miércoles, 5 de diciembre de 2012

¿Te atrevés a vivir sin tanto control?

Según la historia, que se cuenta desde antes que el niño se hiciera hombre, y el hombre anciano. El sol y la luna eran, dos enamorados. Dicho amor no tenía condición alguna pues era en esencia puro y benigno…”

Así había comenzado Micaela el cuento programado por ella ese lunes lluvioso de Septiembre… hasta que repentinamente ¡se olvidó cómo seguía! Los chicos la miraban expectantes… ¿Qué les decía?

- ¿Y seño… cómo sigue? – Pregunta uno de los chicos – ¡Sii seño! ¿Cómo sigue? – exclaman. Cada vez se ponía más nerviosa ¡No recordaba nada! En un momento les dice:

-¿Ustedes como lo seguirían? -  les pregunta. Un chico levanta la mano y le responde:

- La Luna era tímida… por eso a veces no la vemos. – A Micaela le gustó esta respuesta y dice a la clase: -¿Y cómo solucionamos el problema de la Luna?

- Lo que pasa es que la Luna se miraba en el mar y se veía gorda. Mi mamá siempre dice que sólo importa lo que somos por dentro.

Al escuchar estas respuestas Micaela agarró una tiza y empezó a escribir todo lo que decían los chicos. Todos empezaron a aportar soluciones como:

- Tiene que pedirle ayuda a sus amigos: el viento y… ¡Las estrellas! Y la neblina… -Poco a poco, iba escribiéndolo e hilvanando una historia. Micaela cierra los ojos y entonces dice:

- “Como la Luna era tímida y el Sol quería que ella dejara de serlo decide idear un plan: para ello iba a necesitar de la ayuda del viento y la complicidad de las estrellas. Le pide al viento que, con su aliento, hiciera que la neblina estuviese donde se colocara la Luna, para que ella no pudiera verse reflejada en ningún lugar. A las estrellas les pide que se agrupen, les aseguró que su participación era esencial, para que el plan funcionara (las estrellas son un poco vanidosas). Todo en el mayor de los secretos.

Llegó el momento: el sol le hace un guiño al viento y éste empieza a cubrir el mar con neblina. La Luna se preguntaba ¿dónde estaba su espejo? Por más empeño que podía, no lograba reflejarse en la superficie del mar. El Sol, empieza a salir de su escondite en el horizonte y al hacerlo, las estrellas empiezan a reflejarlo. Juntas, crearon un espejo solar. Se veía claramente su rostro brillante y amoroso. La Luna quiso esconderse del Sol, pero no podía, el Sol estaba en todas partes. De repente, el Sol empezó a brillar más aún, su calor empezó rodearla, acobijarla. En un instante el Sol y la Luna estaban frente a frente por primera vez. Se miraron y el Sol le dice: -  ¿Te das cuenta ahora? Somos lo mismo. Vos y yo, somos Uno. Jamás dudes de vos misma. Somos los guías de los humanos. Nos necesitan fuertes, nuestro amor es fuerte y eso no hay espejismo que lo pueda romper.

Ese día ocurrió el primer eclipse en la historia. Dicen que de vez en cuando, el Sol congrega a sus amigos para provocarlo y así recordarle a la Luna su verdad”

Micaela termina de contar el cuento y se queda asombrada de sí misma… ¿Fue ella la que contó esa historia? Mira a los chicos… sus caritas lo decían todo. Luego del relato surgieron muchas actividades creativas para que los chicos realizaran. Notó en ellos algo que no podía explicar, una especie de alegría.

Para Micaela fue un gran aprendizaje darse cuenta que dentro de ella había también “eso” que detectó en sus alumnos. Lejos de ser una clase común ese día no solo había enseñado, también había aprendido: Empezó a comprender quién era, y qué somos todos: una chispa divina esperando brillar para así, a través de su brillo, otros lograran ver y expresar su propio brillo.

“Al igual que la Luna, a veces, necesitamos una ayudita para darnos cuenta de nuestra capacidad para ser creativos y espontáneos. Puede que lo que veamos en el espejo todos los días parezca rutinario, estereotipado… pero sepamos siempre que tenemos la capacidad de cambiar eso en un segundo, confiando en que esa chispa divina está ahí esperando a salir y ser expresada”

Por Marina Liboreiro


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